Mamá corporativa
- Laura
- 16 abr 2018
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 18 mar
Este es un listado de cosas que aprendí siendo mamá con trabajo corporativo. No pretende ser la biblia de las working moms, sino una serie de experiencias de la vida real, por si le sirven a alguien. Allá vamos:
1. Desde el momento en que supe que estaba embarazada las prioridades de mi vida quedaron más claras que nunca. No hubo mucho que pensarle.
2. Trabajar sentada 8, 9 ó 10 horas al día cuando estas embarazada no ayuda con la hinchazón de pies, el aumento de peso, el dolor de cintura y la presión en la vejiga. Es súper importante contrarrestar el sedentarismo. Yo no lo hice y, pues me eché 14 kilitos y traía pies de tamal. 3. A partir del segundo en que tuve en mis brazos a Julia, no dejé de cuestionarme si era mejor quedarme en casa con esa bebé que amaba más que a mi vida o regresar al trabajo que tantas satisfacciones me daba.
No todas tenemos la fortuna de poder quedarnos con nuestro bebé de tiempo completo. Pero no es el fin del mundo, aprendí a ser feliz así. Me sentí productiva y me divertí mucho, aunque siempre dudé si había tomado la decisión correcta. 4. Y hablando de eso, la primera vez que dejé a mi hija en la guardería sentí que me sacaban el corazón a sangre fría. Pero rápidamente empecé a verla sana, contenta, adaptada, sociable, avanzando mucho en su desarrollo. La verdad, fue peor para mí que para ella. Julia siempre fue, y sigue siendo, una niña muy feliz. 5. Aunque la escuelita es lo máximo, y de verdad creo que es la mejor alternativa cuando mamá trabaja, NECESITAS una red de apoyo. Me hubiera sido imposible sin la colaboración de mi esposo y de los abuelos en momentos de enfermedad, viajes o eventos. Aprovecho esta oportunidad para darles gracias a todos de nuevo. ¡Son los mejores! 6. Y ya que menciono enfermedades, los bebés de guardería te contagian los bichos más infames. En un año tuve más gripas, faringitis y conjuntivitis de las que he tenido en toda mi vida. Me acostumbré a ir a trabajar en perpetuo estado de resfriado, porque nadie (empezando por el IMSS) te va a pasar que tienes gripa, oootra vez. Pero hay luz al final de túnel. Pasado el año, Julia no se enferma de casi nada, ni yo. 7. Descubrí una capacidad multitask en mí que, sinceramente, no conocía. Me volví más proactiva y organizada. Saqué energía quien sabe de dónde para salir del trabajo y arrancar el segundo turno, que demanda mucho más que el primero, porque este de verdad no tiene hora de salida. “Estoy cansada” adquirió una nueva dimensión. 8. Pero, por más organizada que fui, el esquema de empleada me dejó con ganas de hacer cosas, porque el día, la energía o el horario no me daba. Clases de ballet para la niña, más ratos de parque junto con los perritos... Tuve que aprender a lidiar con esas frustraciones. 9. A veces necesitas sacudidas de la vida para darte cuenta de que hay otras alternativas laborales, o para animarte a experimentarlas. Por miedo, por comodidad o por costumbre, yo no tomé la decisión de dejar de ser mamá corporativa. Pero mi trabajo me dejó ir, sucedió y ha sido una de las mejores cosas que me han pasado.
Sí hay otros caminos. Aquí estoy en uno que me permite escribir esto, después de haber tenido una mañana de trabajo productiva, divertida y retadora mientras veo a mi hija tomar su clase de natación. 10. En mi carrera profesional corporativa, he tenido la fortuna de trabajar siempre en las mejores empresas de los diferentes ramos en que he colaborado. Transnacionales exitosas con equipos de gente brillante. Compañeros junto a los que me desarrollé y de quienes aprendí mucho. Empresas que han sido grandes escuelas y fuentes de inspiración y crecimiento, no sólo profesional.
Les agradezco de corazón las vivencias, las experiencias y el aprendizaje. Que gran aventura ha sido.
Este es el momento de abrir mis alas para seguir fortaleciendo las de mi hija. Así que, como dije alguna vez, a batear como viene la pitchada... y a volar.
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