Protagonista

En algún momento perdí el papel principal de mi vida. Sé que a muchas mujeres nos sucede, especialmente a las que nos convertimos en madres, además de malabarear otros tantos roles todos los días.

Pasó lo de siempre: lo que se espera de nosotras. Ser una compañera incondicional. Ser una mamá entregada. Correr en la carrera corporativa. Tener la casita perfecta.

Hace poco tuve que seleccionar fotos mías para una actividad. Cuando quise escogerlas en mi álbum del teléfono, me impresionaron dos cosas. Primero, las pocas fotos que tenía de mí; incluso fotos donde apareciera yo. Había fotos de mi hija por montones, de la familia, de mis perros. Pero fotos sólo mías, contadas con los dedos de una mano.

Claro, porque las mamás les tomamos fotos a todos, pero poco nos las toman a nosotras, y prácticamente nunca en situaciones espontáneas o más "naturales". Hay muchos momentos que se van sin un recuerdo nuestro en ellos.

Lo segundo que me impresionó fue lo poco que me reconocí en esas cuantas fotos que tenía. En particular en las que sucedieron durante la pandemia. ¿Quién era esa persona sin brillo? Tensa, ansiosa. Con una imagen exterior que sin duda reflejaba cómo me sentía por dentro.

Fue un shockeante golpazo de realidad. Fue una muestra, si quieren un poco superflua, de la pérdida del protagonismo del que hablaba al principio. Estaba siendo actriz secundaria en la vida de otros y, peor, en la mía.

Ahí, empujada por las circunstancias, comencé a retomar el control de mi narrativa. Estaba, además, libre para hacerlo, por primera vez en mucho tiempo. Así que, en ese momento, empecé de nuevo a definir mi vida con mis ideas, mis pasiones y mis propias metas.

Pero, ¿vivir así no implica un poco de egoísmo? No lo creo. Sucede que muchos mecanismos en el mundo operan para que seamos mamás culposas y mujeres discretas. Por lo que, cuando decides brillar por encima de eso, llegan algunos juicios, empezando por los que nos hacemos nosotras mismas.

Sin embargo, estoy convencida de que ser una mujer con un universo propio, independiente y rico, es lo más conveniente para mí y es el mejor ejemplo para mi hija. Y cuando tengo dudas o me llegan los miedos, me recuerdo que estoy bailando mi propia canción, a mi propio ritmo.

Yo soy yo por mí misma, no en función de qué papel juego en la vida de otros. Yo soy yo para mí, para mis propios ojos, y los demás son bienvenidos a mi película. Y claro que les agradezco a quienes me permiten entrar en la suya.

Todo lo que hago, las decisiones que tomo, los sueños que persigo, son para mí, antes que nadie. Y por eso, desde hace meses, la cara que veo en las fotos que me tomo (porque ya no espero que nadie más lo haga) es la de una mujer que sí reconozco. Con un brillo propio que quiere irradiar hacia todos quienes ama, y no sólo ser su reflejo.

De nuevo soy la protagonista de mi vida y nunca pienso volver a soltar ese papel.